1913: Recuerdos de la tragedia del
cañonero “General Concha “
Algo más de luz sobre un suceso que conmovió
cañonero “General Concha “
Algo más de luz sobre un suceso que conmovió
a Melilla y toda España un día once de junio
por Juan Díez Sánchez
( de la asociación de Estudios Melillenses )
A pesar de haber transcurrido casi cien años de este acontecimiento, su memoria sigue aún viva entre los melillenses. Permaneciendo presente parte del equipo técnico del buque en el Museo Militar de la ciudad, y en el Cementerio de la Purísima Concepción sobrias tumbas recogen los restos de tres de sus marineros, entre los que se encuentra el cabo de cañón, Antonio Mesa. Heroico tripulante del “General Concha” que fue merecedor de una calle en el Barrio del Hipódromo, arteria donde se ubican las instalaciones de la C.O.A.
El desgraciado acontecimiento fue noticia en la prensa local y nacional. Recogido en publicaciones, tarjetas postales, colecciones de cromos de la época y más tarde en la colección de fascículos “España en sus Héroes”, editado por Ornigraf,S.L., en 1969. El antiguo Cronista Oficial de la Ciudad, Francisco Mir Berlanga publicó un artículo titulado “La pérdida del cañonero General Concha” en las páginas de El Telegrama de Melilla el 18 de enero de 1976, y nosotros también dimos a la publicidad en El Telegrama de Melilla una serie de tres artículos sobre el tema, entre los meses de junio y julio de 1993, coincidiendo con el ochenta aniversario de la desgracia y después de adquirir una colección fotografías originales de los supervivientes del cañonero. Finalmente, el julio de 1998 nuestro amigo Juan _Sierra Moldero en la prensa local también recordó el suceso.
En el mes de enero del año 2000 tuvimos ocasión de facilitar información a una señora, nieta de José Gallardo, marinero de este buque.
Más la razón que nos mueve a escribir de nuevo sobre el embarrancamiento trágico del “General Concha” es la de aportar un dato inédito relacionado con el rescate de los marineros que quedaron prisioneros de los rifeños. Así como la exposición sobre el Titanic, naufragado un año antes, en 1912, que tiene lugar en la actualidad en la ciudad, sucesos que guardan una cierta y lejana similitud.
por Juan Díez Sánchez
( de la asociación de Estudios Melillenses )
A pesar de haber transcurrido casi cien años de este acontecimiento, su memoria sigue aún viva entre los melillenses. Permaneciendo presente parte del equipo técnico del buque en el Museo Militar de la ciudad, y en el Cementerio de la Purísima Concepción sobrias tumbas recogen los restos de tres de sus marineros, entre los que se encuentra el cabo de cañón, Antonio Mesa. Heroico tripulante del “General Concha” que fue merecedor de una calle en el Barrio del Hipódromo, arteria donde se ubican las instalaciones de la C.O.A.
El desgraciado acontecimiento fue noticia en la prensa local y nacional. Recogido en publicaciones, tarjetas postales, colecciones de cromos de la época y más tarde en la colección de fascículos “España en sus Héroes”, editado por Ornigraf,S.L., en 1969. El antiguo Cronista Oficial de la Ciudad, Francisco Mir Berlanga publicó un artículo titulado “La pérdida del cañonero General Concha” en las páginas de El Telegrama de Melilla el 18 de enero de 1976, y nosotros también dimos a la publicidad en El Telegrama de Melilla una serie de tres artículos sobre el tema, entre los meses de junio y julio de 1993, coincidiendo con el ochenta aniversario de la desgracia y después de adquirir una colección fotografías originales de los supervivientes del cañonero. Finalmente, el julio de 1998 nuestro amigo Juan _Sierra Moldero en la prensa local también recordó el suceso.
En el mes de enero del año 2000 tuvimos ocasión de facilitar información a una señora, nieta de José Gallardo, marinero de este buque.
Más la razón que nos mueve a escribir de nuevo sobre el embarrancamiento trágico del “General Concha” es la de aportar un dato inédito relacionado con el rescate de los marineros que quedaron prisioneros de los rifeños. Así como la exposición sobre el Titanic, naufragado un año antes, en 1912, que tiene lugar en la actualidad en la ciudad, sucesos que guardan una cierta y lejana similitud.
La tragedia
El día 11 de junio de 1913 y debido a una espesa niebla, el buque de guerra español “General Cocha”, un cañonero botado en el año 1882 y que desplazaba 548 toneladas, embarrancó en la ensenada de Busicut, cerca de Alhucemas. Un lugar que había servido de importante refugio de piratas hasta hacía unos quince años, aunque tiempo después y en la misma zona capturaron a un grupo de marineros civiles españoles.
Recordemos que la inseguridad de las costas del Norte de África había impulsado anteriormente, a comienzos del siglo XIX, a los Estados Unidos de América a realizar bombardeos en diversos puntos de la costa de Argelia.
El 26 de agosto de 1923 también embarrancó el acorazado “España”, junto al Cabo de Tres Forcas, y curiosamente parte de la estantería de su biblioteca la conservamos, tras haber permanecido durante muchos años en un antiguo y céntrico comercio melillense formando parte de su mobiliario.
Inmovilizado tras chocar con dos enormes peñas y con algunas vías de agua, el buque “General Concha” fue asaltado por los rifeños, y aunque pronto se enviaron desde Melilla varios navíos en su ayuda. Su tripulación sufriría numerosas bajas y algunos serían capturados
El más importante de los diarios locales, El Telegrama del Rif consiguió precisa y privilegiada información gracias a sus excelentes relaciones con el Ejército, disponer de corresponsales permanentes desde hacía años en la entonces isla del Peñón de Vélez y archipiélago de Alhucemas. Y además El Telegrama logró embarcar al periodista Rafael Fernández de Castro, años después Cronista Oficial de la Ciudad, en uno de los primeros buques que salieron de Melilla en socorro del cañonero siniestrado. Fernández de Castro sería el único periodista testigo presencial y a través del telégrafo, que dio preferencia a las informaciones del suceso, transmitiría hasta Melilla las novedades de la catástrofe. Noticias de las cuales se harían eco el resto de publicaciones nacionales.
El “General Concha” realizaba tareas de patrullaje por las costas del Rif y fortuitamente encalló en un paraje habitado por los aguerridos bocoias que fueron auxiliados por los también combativos vecinos beniurriagueles, quienes armados y desde posiciones ventajosas infirieron graves pérdidas a la tripulación del cañonero.
El buque había salido el día 10 de junio de 1913 de Almuñecar tras repostar víveres, y cuando se dirigía hacía la bahía de Alhucemas, pasadas las tres de la madrugada, se presentó una densa niebla que obligó a moderar la velocidad. No obstante la niebla hizo confundir la punta de Busicut con Morro Nuevo, y al variar el rumbo quedó empotrado, eran las siete y cuarenta y cinco minutos de la mañana del día 11. Otro fatídico 11.
Primeros auxilios
Una vez embarrancado, a un centenar de metros de la costa, su comandante intentó sacar el navío de la apurada situación dando marcha atrás, achicando el agua que entraba por dos vías abiertas en la proa y fijando unos cables a la costa. Al no tener telegrafía y en demanda de socorro partió hacía Alhucemas un bote con nueve hombres.
Tras conocerse el accidente en Melilla, partieron numerosos buques en su auxilio, incluso procedentes de Cádiz y de Gibraltar salieron varios remolcadores. Siendo un par de pesqueros los primeros en acudir, así como una lancha a motor propiedad de una “sospechosa” compañía minera.
La agresión
La acometida de los lugareños al buque siniestrado fue rápida. Congregados en las alturas, primero en actitud pasiva y luego agresiva, después de advertir a los marineros que dejaran de maniobrar, pues amenazaban con hacer fuego con sus fusiles. Con la clara intención de apoderarse de todo cuanto transportaba el buque.
Tras una primera granizada de balas que sorprendió a la tripulación en cubierta. Los marineros buscaron resguardo y a continuación los rifeños asaltaron la embarcación, produciéndose un combate cuerpo a cuerpo en la proa, donde fueron hechos prisioneros varios tripulantes.
El tiroteo continuó hasta las dos y media de la tarde, cuando los atacantes propusieron, sin resultado, la entrega del navío. Y a las seis de la tarde tuvo lugar una conferencia, tras la cual se permitió la retirada de veintiún cadáveres de rifeños. Inmediatamente se reanudó el ataque, manteniéndose hasta las nueve y media de la noche. Intentándose nuevamente la rendición a cambio de respetar la vida de la tripulación.
A partir de ese momento el acoso se haría aún más intenso, ante la obligada pasividad de numerosos buques de guerra y mercantes españoles que presenciaban el martirio de unos compatriotas.
Salvamento
Como quiera que el “General Concha” comenzaba a hundirse por la popa, uno de los marineros a nado avisó a los jefes del cañonero “Lauria” de la precaria situación, y que iban a intentar salvarse lanzándose al agua, para nadando dirigirse hasta los buques próximos. Aprovechando la oscuridad de la noche, el “Lauria” acercó un bote y del “General Concha” partió otra lancha con supervivientes, patroneada por el cabo cañón Antonio Mesa.
A la una de la madrugada el cañonero quedó sumergido desde la popa a la escotilla de la cámara de oficiales. Quedando sólo a bordo el alférez Ramos Izquierdo, que por estar herido no podía moverse, y algunos marineros que no sabían nadar.
Por fin, a las cinco menos veinte de la madrugada del día 12 de junio de 1913, se recogía al último marinero en los buques que prestaban auxilio. Atrás quedaba el horror de una tragedia que cegó las vidas de doce marineros, entre ellos la del comandante del buque. Y dejó heridos a catorce, mientras quedaban prisioneros trece hombres. Treinta y nueve bajas en una dotación de ochenta y cinco tripulantes.
Destrucción del cañonero
Para que los rifeños no lograran apoderarse de su armamento, equipos y demás elementos, desde los primeros momentos se pensó en volar el buque utilizando la artillería de otros navíos de la Escuadra española.
Dado por perdido y ante la imposibilidad de salvarlo, al día siguiente del siniestro el buque de guerra “Reina Regente” cañoneó los restos del semihundido “Concha”. Más no conseguiría destruirlo completamente. Algo que realizó a la jornada siguiente acompañado por los cañoneros “Lauria” y “Recalde”, así como empleándose granadas rompedoras y perforantes.
Aunque entonces se dijo que antes de abandonarse, su tripulación había logrado inutilizar sus pequeños cañones y arrojar al mar el resto de las armas, así como que los rifeños tan solo se habían llevado ocho fusiles de los marineros muertos. Más tarde se sabría que los asaltantes se habían hecho antes de la destrucción del buque, con uno de sus cañones. Una pieza que utilizaron para atacar la isla principal del archipiélago de Alhucemas y la posición de Ishafen en noviembre de 1914 – un fragmento de granada utilizada en esta agresión se encuentra expuesta en el Museo del Ejército -, y por último también se empleó este cañón para bombardear Tetuán, donde al cerrarse mal, reventó matando a sus servidores.
Pasado algún tiempo, parte de los restos del “General Concha” fueron recuperados por buzos de Melilla. Y descendientes de éstos, hará unos treinta y cinco años entregaron al historiador melillense Constantino Domíguez Sánchez, la bitácora y un fanal del mismo. Siendo más tarde la bitácora donada al Museo Militar local.
Cautiverio
Como ya hemos mencionado, algunos tripulantes del “Concha” fueron hechos prisioneros en el transcurso del primer asalto que sufrió el buque, o porque quedaron en el navío por estar heridos o no saber nadar.
Los rifeños como hombres prácticos, intentaron capturar al mayor número de marineros, no sólo con el propósito de menguar el número de adversarios parar hacerse con el barco, sino también como medio para obtener algún dinero por el rescate de los mismos. Pues no olvidemos que los indígenas actuaban por libre en el conflicto contra los españoles y el secuestro de europeos era una forma habitual de ayudarse a sostener sus precarias economías domésticas.
En total resultaron capturados trece marineros, que en un primer momento fueron encerrados en cuatro lugares diferentes, Pero al poco tiempo y gracias a las gestiones de “moros amigos”, fueron agrupados, excepto dos de ellos.
De forma inmediata el comandante militar de Alhucemas inició gestiones en por del rescate. Enviando además medicamentos, provisiones, tabaco y periódicos. Muriendo al poco un marinero a consecuencia de las heridas recibidas.
El día 17 de junio fueron entregados en las islas de Alhucemas dos prisioneros, y a la semana, el 26 según informó la Prensa, “se produjo la evasión de otros cinco marineros” gracias a la colaboración del “moro Joaquín” y el confidente Larbi. Quienes con el engaño de llevar a los cautivos a lavarse en la playa y previo conocimiento del comandante militar de Alhucemas, el “moro Joaquín” y Larbi acompañados por los cinco prisioneros subieron a un bote y se dirigieron hacía el buque “Recalde”, donde los esperaban. Tras dos horas de bogar y mucho esfuerzo, pues los cautivos estaban débiles. Larbi era mayor y Joaquín no sabía remar. Por ello, al ser perseguido el bote, Joaquín arengó al resto de los fugados diciéndoles: -“¡ Hijos míos; por la Pilarica, bogar con fuerza !”
La noticia de la evasión sería muy celebrada y en Melilla se les tributó un gran recibimiento. Más tarde también serían puestos en libertada el resto de los prisioneros.
Otra verdad
En su día, cuando conocimos la singular huída propiciada por el “moro Joaquín”, expresidiario aragonés fugado al Rif y casado con una nativa. Que por su “hazaña” consiguió el indulto y gran popularidad a nivel nacional. Tomamos con reservas esta información, suspicacia que el tiempo acrecentó, y más tarde incluso aclaró cuando tuvimos la ocasión de charlar con un grupo de generales retirados que visitaban la ciudad y habían acudido a la Asociación de Estudios Melillenses a recibir una charla de Francisco Mir Berlanga. Pues bien, uno de estos generales después de comentar que había prestado servicio en la zona de Alhucemas tras la Guerra Civil, me dijo que tuvo ocasión de hablar con los rifeños más ancianos de Bocoya, allí donde embarrancó el “General Concha”. Y estos le habían dicho que los prisioneros lograron la libertad gracias al pago de un rescate, que como es natural, se mantuvo en secreto e incluso se quiso ocultar con el “gesto heroico” del “moro Joaquín”.
Diez años más tarde, a comienzos de 1923 el Gobierno español nuevamente se vio en la necesidad de abonar un rescate para conseguir la libertad de los prisioneros españoles capturados por Abdelkrim en la rota de Annual.
Artículo publicado en el suplemento dominical La Gaceta, del
Diario “El Telegrama de Melilla”, el 4 de abril de 2004.
Imágenes: Cromo de la época; fotografía captada por Carlos Lázaro, en la que se observan sentados en el Parque Hernández de Melilla al “Moro Joaquín ( 1 ) y a Larbi ( 2 ), artífices del rescate de parte de la tripulación del cañonero “General Concha” capturada por los bocoyas, y sepultura del cabo cañón Antonio Mesa, sita en el Cementerio de la Purísima Concepción de Melilla.
1 comentario:
Ya tenemos un antecedente de lo del Alakrana.
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