jueves, 25 de diciembre de 2008

Constante Miquelez de Mendiluce


Constante Miquelez de Mendiluce
Periodista y Auditor Militar

Juan Díez Sánchez
( de la Asociación de Estudios Melillenses )


Hasta hace noventa años, 1917, Melilla no se incorporó plenamente al derecho común, civil. Pues su antigua condición de plaza fuerte en continuo estado de guerra influyó decisivamente en ello. Pasados algunos años de la implantación del Protectorado español en la zona Norte de Marruecos y cuando la ciudad había experimentado un gran crecimiento poblacional, por fin se instauraron en Melilla los juzgados civiles. Quedando relegados en el recuerdo el importante papel desempeñado hasta entonces por los auditores del Cuerpo Jurídico del Ejército, en quienes recayó hasta el mencionado año 1917 la aplicación del ordenamiento jurídico español en sus diferentes ámbitos.
El conocido investigador local Gabriel de Morales y Mendicutia en la página número 621 de su obra “Datos para la Historia de Melilla”, menciona como estaba organizada a principios del siglo XX la Justicia en la localidad: Los juzgados de Instrucción veían los asuntos criminales de acuerdo con lo ordenado en el Código Militar, y en Consejo de Guerra; el Juzgado de Guerra de Primera Instancia entendía de los temas civiles al igual que el Juzgado de Moros y Juzgado Municipal. Además existía el Registro Civil, en funcionamiento desde el año 1872. Y el Registro de la Propiedad, así como la Notaría también estuvieron a cargo de personal militar hasta los años 1909 y 1907 respectivamente.
Y además, el Presidio, que fue clausurado en el año 1906 dependía del estamento militar.
A lo largo de los años, siglos, fueron muchos los jurídicos militares que aportaron su esfuerzo desde la discreción, en pos de una mejor convivencia en Melilla. Conocemos los nombres de algunos de ellos, si bien el que alcanzó mayor renombre profesional y humano, a nuestro modesto entender, fue Constante Miquelez de Mendiluce y Peciña. Un ilustrado y buen hombre de leyes cuya huella periodística permanece indeleble en las páginas del vetusto diario “El Telegrama del Rif” que allá por el año 1902 fundara Cándido Lobera.
Queremos recoger, fusionar en la figura de Miquelez nuestro reconocimiento a la labor de los auditores militares. Aquellos profesionales en cuyas manos permaneció la Administración de Justicia en Melilla hasta el año 1917.


Constante Miquelez
Nacido el día 24 de diciembre de 1874 en Bernedo, provincia de Álava y tras cursar los estudios de Derecho, ingresó en el Ejército como Auditor de Guerra en el año 1903.
Buena parte de su carrera profesional estaría vinculada a Melilla, concretamente entre los años 1904 y 1922. Aquí, uno de sus primeros destinos fue el de secretario del Juzgado de Moros, un curioso tribunal creado en el año 1867 a raíz del establecimiento de la Aduana Marroquí, para resolver de forma sencilla, verbal, los litigios entre comerciantes de Melilla y Marruecos, acogiéndose a ella de forma voluntaria los interesados. A requerimiento de los marroquíes este tribunal presidido por el Comandante General, amplió sus funciones.
En Melilla habitó una vivienda situada en la calle Alta del Pueblo.
En el año 1913, Constante Miquelez era asesor jurídico de la subinspección de Tropas de la Policía y Asuntos Indígenas.
Experto en Derecho Islámico, también trabajó en la oficina de Asuntos Indígenas y publicó diversas obras sobre el tema, una de ellas fue el folleto titulado “Derecho Marroquí. El testigo y el juramento”, que vió la luz en el mes de agosto de 1917.
Constante Miquelez en el año 1920, como vocal de la Junta de Arbitrios, propuso el nombramiento del coronel Gabriel de Morales como Cronista Oficial de la Ciudad. Iniciativa que fue respaldada por el Municipio.
En 1922 el señor Miquelez pasó destinado a Madrid, al Consejo Supremo de Guerra y Marina. Y tres años más tarde, en diciembre de 1925, el Directorio Militar presidido por el general Miguel Primo de Rivera lo nombró Director General de Prisiones, único cargo técnico-político que desempeñó en toda su carrera militar.
Entonces era Auditor de Brigada, y en 1926 ascendió a Auditor de División.
En febrero de 1930 cesó al presentar su dimisión como Director General de Prisiones. Dejando en este organismo hondo afecto, no en vano cuando se despidió, sus subordinados lo acompañaron hasta la puerta del edificio.
Entre el 10 de octubre de 1927 y el 15 de febrero de 1930, en su calidad de Director General de Prisiones, Representante del Estado, ocupó un escaño como asambleísta en el Congreso de Diputados.
Durante la II República no sufrió persecución alguna por su colaboración con la Dictadura.
Periodista
No sólo el señor Mendiluce destacó en el mundo del Derecho, pues como persona enamorada del periodismo también se entregó a esta actividad con entusiasmo.
Primero dirigió el periódico “El Heraldo Alavés”, y una vez destinado en Melilla, desde el año 1904 pasó a colaborar con el diario local “El Telegrama del Rif”, en el cual desempeñó el cargo de redactor-jefe y consejero de su director y propietario Cándido Lobera.
Así ya en las páginas de El Telegrama de fecha 19 de noviembre de 1904 se comentaba: “ En la reciente ausencia de Melilla de Cándido Lobera, se encargó de El Telegrama del Rif el señor Constante Miquelez de Mendiluce auxiliado por Alberto Miret, Jaime Tur y Teodoro F. de Cuevas”.
Escritor culto, de agudo ingenio, observador. De fluida y castiza prosa seductora, popularizó el seudónimo de “Don Segis”.
Hombre modesto, siempre sereno y bondadoso, en Melilla gozó de enorme simpatía, y fue un gran conocedor de la problemática melillense y marroquí.
Una vez que abandonó Melilla a comienzos del año 1922, continuó trabajando para “El Telegrama”, con sus habituales colaboraciones literarias e información militar.
El 22 de diciembre de 1923 Mendiluce publicó en “El Telegrama” un interesante artículo sobre la problemática de las indemnizaciones a los civiles españoles que murieron o bien perdieron bienes en el transcurso del Desastre de Annual en 1921. Indicando en el mismo que no había medidas legales al respecto, al existir un vacío legal .
Cárcel de Victoria Grande
Como Director General de Prisiones promovió en el año 1927 el pase al
Ministerio de Gracia y Justicia de la cárcel preventiva de Melilla, instalada en el Fuerte de Victoria Grande con carácter provisional desde el mes de abril del año 1910, y dependiente de la Junta Municipal de Melilla. Luego que en esta añosa fortaleza se instalase en la primavera de 1908 la primera estación radiotelegráfica de las que ha prestado servicio en la ciudad. Y que mantenía comunicación con Almería gracias a una enorme antena sustentada en un poste de 51 metros de altura emplazado delante de su puerta de acceso.
En este sentido “El Telegrama del Rif” publicó en su edición del 24 de julio de 1927 la promesa realizada por Miquelez de Mendiluce. Añadiendo a continuación que el personal de la cárcel formaba parte de la plantilla de la Junta Municipal y que anualmente costaba a las arcas de la ciudad unas 75.000 pesetas.
El traspaso de competencia se realizó el 1 de enero de 1928. Informando al respecto el diario “El Telegrama del Rif” de fecha 3 de enero bajo el encabezamiento de: “Toma de posesión de los funcionarios de prisiones”. Y siguiente texto: “En la mañana del domingo 1 de enero de 1928. La cárcel ha pasado a depender de la Dirección General de Prisiones. El antiguo personal: el Jefe, Benito Ruiz Mata, pasa a desempeñar el cargo de inspector de recaudación. Tres vigilantes pasan a ocupar plazas de guardas del Parque Hernández. Y un vigilante pasa a ordenanza del Centro de Policía. Algunos vigilantes han quedado sin destino. Se dará cuenta de ello al Ministerio de la Guerra para que le proporcione otros destinos.
Antes había 7 vigilantes. Y ahora habrán 1 jefe y 5 oficiales.
Coincidió además la entrega de Victoria Grande a Justicia con el establecimiento definitivo en Melilla de las plantillas de los cuerpos de Vigilancia y Seguridad. Creemos que también por interés de Mendiluce. Unas entidades hoy agrupadas bajo la denominación de Cuerpo Nacional de Policía.
Asesinato
“El Telegrama del Rif” en su edición del 10 de abril de 1937 informó del trágico final de Constante de Mendiluce en Madrid por los revolucionarios izquierdistas: “ En Madrid ha sido vilmente asesinado por los marxistas nuestro ilustre compañero Constante Miquelez Mendiluce, Auditor de División, perteneció al Telegrama en su fundación. Ya había dirigido antes El Heraldo Alavés. Conocedor del Derecho Musulmán y cuestiones africanistas... Fue consejero y colaborador de Cándido Lobera... Durante muchos años fue redactor – jefe de El Telegrama del Rif.
Sólo tuvo un cargo político, como técnico, el de Director General de Prisiones durante la Dictadura de Primo de Rivera. Y no fue perseguido por la República”.

Otros profesionales
En el conjunto de funcionarios del Cuerpo Jurídico Militar, aquellos hombres encargados de informar sobre la interpretación de las leyes y proponer su resolución en Melilla, también podemos destacar a los tenientes auditores Carlos Navascúes y de la Sota, fallecido a comienzos del año 1920, y Miguel Gambra Sanz, Juez Municipal de Nador, que en 1921 publicó el folleto “Régimen político y administrativo de Melilla en el porvenir y sus relaciones con el Protectorado”. Un trabajo que obtuvo el primer premio en el certámen de la Fiesta de la Raza, organizado en el año 1920 por el Ateneo de Melilla.

Manuel Lorduy fue también un significado juez instructor militar, que nacido en 1869, después de prestar servicio en Puerto Rico en los primeros años del siglo XX se encontraba en Melilla. Gran fotógrafo, retrató a ocho asiduos rateros varias veces expulsados de la ciudad, para que fueran reconocidos. Y para ello exhibió las imágenes de éstos delincuentes a modo de “cuadro de honor” en lugares públicos, así como remitió a la Sección de Asuntos Indígenas.
El señor Lorduy asimismo colaboró en el aporte iconográfico utilizado por el historiador Gabriel de Morales en su obra “Datos para la Historia de Melilla”, editada en el año 1909.
Del talante de estos militares, y a título de ejemplo, nos ilustra elocuentemente el hecho de que cuando en el mes de marzo de 1894 en una reunión de la Junta de Arbitrios el vocal vicario expuso la necesidad de cesar a dos guardias urbanos por vivir amancebados, el vocal auditor se opuso a ello al indicar que no procedía el cese mientras no hubiera escándalo público.

Constante Miquelez de Mendiluce