miércoles, 3 de febrero de 2010

Médicos militares españoles en misiones de paz


Un nuevo libro del profesor José L. Rodríguez Jiménez: “ El escalón

médico avanzado del Ejército de Tierra en las misiones de paz…”

Nuestro viejo amigo, por haber visitado Melilla en varias ocasiones, el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, José Luis Rodríguez Jiménez. Ha alumbrado un nuevo libro, en alguna medida continuador del que presentara hace algunos años, ¡ A mí La Legión ! editado por Planeta en 2005. Un magnífico trabajo que a través de quinientas páginas nos introduce en la apasionante historia de La Legión desde su fundación en 1920 hasta nuestros días, pues no en vano lleva por subtítulo “ De Millán Astral a las misiones de paz”.
La nueva obra que acaba de salir de la imprenta ha contado también con la colaboración de Luis Palacios Bañuelos y María F. Sánchez Hernández, quienes figuran como coautores. Y tiene un título largo, análogo al de muchas obras del siglo XIX. Título por demás exacto para ilustrar de su contenido: “El Escalón Médico Avanzado del Ejército de Tierra en las misiones de paz y de asistencia humanitaria realizadas por las Fuerzas Armadas”. Editado con la ayuda de la Dirección General de Relaciones Institucionales del Ministerio de Defensa, al formar parte de un amplio proyecto de investigación.

Un nuevo libro completo a pesar de sus ciento cuarenta páginas de condensado texto. Donde de forma didáctica se explican las intervenciones del Escalón Médico Avanzado en su contexto humanitario o bélico, también desarrollado con tanta brevedad como precisión. Constituyendo por ende este trabajo un excelente manual sobre la génesis y desarrollo de los numerosos conflictos en los que ha intervenido España. Conflictos que no por su cercanía en el tiempo conocemos por haber recibido infinidad de información generalmente difusa y a veces incluso contradictoria.

Esta obra después de recoger los antecedentes, desarrolla el nacimiento del Escalón Médico Avanzado en Sevilla, primeras misiones en exterior, concretamente en Irán y Kurdistán. Luego en la antigua Yugoslavia, Centroamérica, Turquía, Mozambique, Afganistán, Irak y finalmente en Pakistán, Congo y Líbano. En fin, una completa y muy amena información que toda persona interesada en la política internacional y más concretamente en el devenir de los últimos años del Ejército español debe conocer.

martes, 2 de febrero de 2010

EL MORO JOAQUÍN IBÁÑEZ


Un personaje de leyenda: “El moro Joaquín “

Introducción y recopilación:
Hans Nicolás i Hungerbühler y Juan Díez Sánchez

La historia de Melilla es rica en personajes y situaciones propias de una ciudad frontera entre pueblos y culturas. Una urbe que albergó hasta comienzos del siglo XX un presidio y que a decir de algunos que entonces la visitaron, “su vecindario y guarnición militar parecían penados, mientras los confinados aparentaban gozar las dichas de la libertad”.
Una situación que en términos similares también se daba en los otras posesiones norteafricanas españolas: Ceuta, Archipiélago de Alhucemas, Peñón de Vélez e Islas Chafarinas.
De entre los muchos personajes que dieron atractivo a la historia de Melilla y su entorno geográfico destacamos a Joaquín Ibáñez, un penado maño que logró huir de Alhucemas y establecerse en el Rif, donde pocos años después y luego de mil aventuras alcanzó gran popularidad por interceder en favor de cuantos españoles con dificultades encontró, caso de Gabriel Delbrel y Enrique Arqués en 1907, del ingeniero Melgarejo a quien acompañaba el abogado melillense Manuel Ferrer y tripulación del asaltado cañonero “General Concha” en 1913.
Sin olvidar que también con ocasión de las campañas de 1909 y del Kert ( 1911 – 1912 ) aportó valiosa información al Ejército español
Finalmente sus buenas obras fueron recompensadas, obteniendo el perdón y volviendo a su tierra natal desde Melilla, ciudad desde la que los periodistas españoles darían eco a sus hazañas.

La tragedia del “Concha”
El día 11 de junio de 1913 y debido a una espesa niebla, el buque de guerra español “General Cocha”, un cañonero botado en el año 1882 y que desplazaba 548 toneladas, embarrancó en la ensenada de Busicut, cerca de Alhucemas. Un lugar que había servido de importante refugio de piratas hasta hacía unos quince años, aunque tiempo después y en la misma zona capturaron a un grupo de marineros civiles españoles. Inmovilizado tras chocar con dos enormes peñas y con algunas vías de agua, el buque “General Concha” fue asaltado por los rifeños, y aunque pronto se enviaron desde Melilla varios navíos en su ayuda. Su tripulación sufriría numerosas bajas y trece marineros serían capturados.

Liberación de los cautivos
Algunos de los marinos prisioneros, se fugaron, otros fueron liberados. Una de las fugas, la del alférez de navío D. Rafael Ramos Izquierdo, junto con el maquinista Casal Rugero, el contramaestre Juan Mateo, el fogonero Lagostera y el marinero Ángel Barroso, transcurrió según contaron a la prensa de la forma siguiente: (textual)

“…Estaban los prisioneros en casa del hijo del Larbi, y salieron con canastas con el pretexto de ir a coger higos. Andando a buen paso llegaron en dos horas desde dicha casa a la playa para embarcar en un bote de remo.

Pudieron escapar gracias a la ayuda del moro Larbi y del renegado español Joaquín. Cuando los kabileños se enteraron de la fuga, persiguieron al bote en que iban los cautivos con otro de vela y remo desde el que hicieron algunos disparos. Pero apareció en aquel momento el cañonero “Recalde” y gracias a la presencia de este barco se salvaron pues enseguida se volvieron sus perseguidores…”
La intervención del moro Joaquín en la fuga, fue según se dio a conocer a la opinión pública, la siguiente: (textual).
“…Dicen que lograron evadirse gracias a un renegado español que se llama Joaquín, y que ahora es un moro muy conocido en el territorio que estuvieron prisioneros.
Joaquín pretextando coger brevas de una higuera próxima al sitio en que ellos estaban, les indicó que podían salir. Cuando se vieron libres, Joaquín les indicó un cárabo, que tenía preparado diciéndoles que les llevaría a Alhucemas.
Los marineros del “Concha” así lo hicieron, divisando al poco tiempo de remar al cañonero “Recalde”…”
Ya sólo quedaban cautivos el cabo de fogoneros Juan Aragón y el marinero José Picón.
Una de las personas que ayudó a escapar del cautiverio según se ha visto, a algunos tripulantes del cañonero “General Concha”, fue el “Moro Joaquín”, pero realmente, ¿quién era el moro Joaquín?. Inicialmente, se dijo que se llamaba Joaquín Ibáñez Bellido, natural de Teruel y que se encontraba en Alhucemas cumpliendo condena en el presidio, por haber cometido un crimen, habiendo sido su pena, la cadena perpetua. Hacía 9 años que se había fugado y que desde esa fecha, vivía en el campo moro. Casado con una mora, tenía en 1913 4 hijos y temiendo ser represaliado con la muerte, por los moros por su intervención la fuga de los españoles, deseaba se le autorizara a vivir en Melilla junto a su esposa mora y sus hijos. Rogó insistentemente al alférez de navío D. Rafael Ramos Izquierdo, intercediera ante las autoridades españolas para que le concedieran el perdón cosa que creían bien merecida por su ayuda, cosa que sucedió.
En el rotativo madrileño “La Correspondencia de España” del 5 de julio de 1913, se daba a conocer con la siguiente noticia (textual), quien era este personaje, bajo el título “Una figura novelesca, el renegado Joaquín Ibáñez”.
“…Un redactor de nuestro querido colega “Diario de Avisos de Zaragoza” ha celebrado una interviú con D. Joaquín Monzón capellán del Regimiento de Infantería de Aragón, quien conoce muy bien, por haberle tratado en Alhucemas, al famoso renegado Joaquín Ibáñez, de quien tanto se habla desde que contribuyó eficazmente a la libertad de los cautivos del “Concha”.
Es tan interesante el relato hecho por el Sr. Monzón y publicado por el periódico de referencia, que creemos oportuno reproducirlo en casi su integridad.

¿Cómo conoció a Joaquín?
Era de rigor comenzar por ahí; así lo hicimos, y el Sr. Monzón contestó: -“En 1906, en comisión de servicio, fui destinado a Alhucemas; esto que casi no llega a islote, pues es más propiamente un peñasco de unos 120 metros de largo por unos 75 de ancho, era antes donde se encontraba emplazado el presidio de su nombre; no hice más que llegar, y un oficial compañero, íntimo amigo, lo primero que me enseñó fue la casa de Joaquín.
A unos 1.500 de Alhucemas está situada; su frente mira a España; es por fuera poco más o menos, como todas las demás, quizá un poco mejor; colocada encima de la playa, es como un intermedio entre nuestra Patria y la kábila. Como si al colocarla allí, su poseedor hubiera querido respirar la brisa que del lado de su Patria llega.
En Málaga se recibieron noticias de que una kabila rifeña había hecho propósito de hacer un alijo de armas por valor de 20.000 pesetas.
No se sabe como, unos cuantos malagueños concibieron hacerles una jugarreta, y a este propósito enviaron emisarios a esa kábila.; después de algunos cabildeos, entregaron los moritos el dinero, y aún no han recibido arma alguna de aquel alijo.
Para celebrar este engaño, la oficialidad de Alhucemas fuimos invitados por los contrabandistas malagueños a comer dos carneros en Cala-Bonita; asistimos, y con nosotros venían los Sres. Villanueva y Tur.
En aquella jira me fue presentado el moro Joaquín por un oficial; hablamos buen rato, y no quiso presentarse al coronel por si lo tomaba éste como un alarde.

Historia del moro Joaquín
Cuando salvó, con exposición de su vida a Mr. Delbrel y a D. Enrique Arqués, acompañándolos después desde Es-Senada a Zeluán, estuvo en Melilla, y las autoridades militares, a pesar de saber ésto, no quisieron capturarlo; les parecía mal pagar con esa acción la noble y patriótica que acababa de realizar Joaquín. Es más le permitieron extraoficialmente venir con nosotros, en el mismo buque, desde Melilla a Alhucemas, para evitar así la caminata de ocho días que había de hacer para retornar a su hogar.
Intimamos en este viaje, y ya en Alhucemas venía a la plaza algunas veces, medio a escondidas, y para mi casa era siempre su primera visita. Pasábamos grandes ratos charlando de España, y él desahogaba su dieta forzosa de licores con tragos de anís, al que es aficionado; en estos ratos, a retazos incoherentes me contó su vida.
Nació en Perales, provincia de Teruel; tenía varios hermanos; cuando yo estuve representaba unos cuarenta años.
Por el camino de la vida, largo y espinoso para él, siguió los años primeros; fue esquilador una larga temporada; no sé qué crimen cometería, porque siempre por delicadeza yo y por vergüenza natural para él, rehuimos esta conversación.

Paso por alto la estancia en el presidio, su fuga nocturna descolgándose desde la parte más alta del Peñón hasta una barca en la que le esperaban varios moros, que en unión de un compañero de presidio también fugado, les hicieron sufrir mil penalidades; huyeron de ellos y se refugiaron en el poblado de Axdirt, kábila de Beni-Urriaguel, donde fueron caritativamente recogidos, por el armero del poblado, notable de la kábila, respetado y rico. Su compañero de fuga se marchó a poco y vino a España; fue cogido y reintegrado el presidio.

Su vida en la kábila
El “moro Joaquín” quedó en la kábila al servicio primero del armero que le recogió y le amparó, pero sin quererse dedicar a este oficio. Prefirió el de hojalatero y estañador; entre algunos objetos que fabricaba con botes de hoja de lata y sencillas compostura de cacharros agujereados que hacía, fue formándose una vida independiente; amplió después y unió este oficio al de platero, confeccionando sencillos collares, pendientes y otras alhajas para las moras con metales baratos y arreglando los que de Argelia se traían los “notables” del poblado.
Aún no contento con estos oficios, puso también su taller de carpintería, que fue el que verdaderamente le colocó en desahogada posición; comenzó por hacerse su casa actual a estilo europeo, con tablas, en lugar de hacerlo con troncos como allí se estilaba; se puso “de moda” este género de construcción, y en poco tiempo no hubo en el poblado una casa donde las ventanas o las puertas y hasta la casa entera no fueran obra de Joaquín o de sus ayudantes.
En los ratos de ocio enseñaba a los moros a hablar y escribir en castellano, amén de los rudimentos que poseía de Aritmética, Geografía, etc…

El moro Joaquín en España
Es esta situación se hallaba el “moro Joaquín”, cuando recibió una carta de un hermano suyo, en la que le participaba que su padre estaba gravemente enfermo, que todos sus hermanos estaban en el pueblo, y que el moribundo quería verlo antes de terminar su vida.

Por toda contestación, reunió sus ahorros y marchó a Nemours, puerto cercano a Argel, donde embarcó para Valencia. Ya en España se dirigió a Perales, donde llegó días después de enterrado su padre.
Pero un pariente próximo del muerto avisó a la Guardia Civil de la presencia del ex presidiario en el pueblo, y una noche cercaron la casa, poniéndole en grave aprieto; milagrosamente logró escapara saltando la tapia del corral y huyendo a campo a traviesa.
El motivo que impulsó al pariente a denunciarle no fue otro que quedarse con los míseros terrones de tierra que su padre cedió al morir a Joaquín.
A pie con mil privaciones llegó a Valencia; sin recursos, hubo de esperar a que un hermano suyo se los llevara, y ya con dinero regresó por el mismo itinerario a su hogar rifeño.
Sin embargo, apenas se internó en Quebdana, fue asaltado por unos bandidos moros, que le robaron el dinero y objetos de valor que llevaba y le dejaron maltrecho. Siguió valientemente su camino, y consiguió llegar a Axdir, después de una penosa marcha.

Su matrimonio
En la kábila de Beni-Urriaguel los notables principales como el Sidi, riquísimo propietario, cuyo capital pasa de 40.000 duros; Moham Bocoy, otro principal propietario, también con gran capital; el digno y caballeroso notario Abel-Crin y otros muchos hubieran visto con agrado que Moham el renegado, como se llama el “moro Joaquín” en aquella tierra, se hubiera casado con sus respectivas hijas; las condiciones de laboriosidad, honradez y talento de Joaquín no influían tanto como su criterio, sustentado muchas veces en público, de que sólo tendría una mujer y se dedicaría a su felicidad, sin que tuviera la elegida que compartirla con otras, según la costumbre del país.
Y no eran las moritas menos encaprichadas y hasta empeñadas en que esto sucediera; pero Joaquín no se deslumbró con riquezas ni poderes. Eligió por mujer única a la hija del armero en cuya casa fue asistido y encontró asilo y refugio a su llegada al país; sobrepuso el agradecimiento a todo, aunque el amor tuvo gran parte en su elección.
Adora a su mujer, a quien trata con gran respeto y cariño, y ella, por su parte, corresponde a ese cariño.
En 1906 sólo tenía un hijo, morenote, sano, robusto, muy parecido a su padre, que lo instruye, en cuanto sus condiciones se lo permiten, del modo más perfecto posible.
Hoy según he leído, tiene ya cuatro hijos; le supongo rodeado de todos ellos y enseñándoles castellano y quizás hasta doctrina. Allí tiene un íntimo amigo, vecino además llamado Amorcito, de quien nos servíamos para comunicarnos con él cuando le era imposible venir a Alhucemas.
Parece que algunas veces mostraba deseos de marchar a Méjico donde tiene ya un hermano, precisamente el que le llevó los recursos a Valencia cuando la muerte de su padre, y a quien quiere entrañablemente; pero las mujeres moras son completamente refractarias a abandonar su país, aún estando seguras de que en otra parte han de mejorar de condición y de vida; esta es la causa que seguramente le ha retenido en el Rif, además de su amor a España.

Comentando el indulto
Todo esto nos dijo el Sr. Monzón, y al comunicarle nosotros el propósito de Romanones de poner el indulto a la consideración del Rey en el Consejo de hoy, añadió: -“Me alegro muchísimo, y desearé verle por aquí, aunque sólo sea unos días, porque seguramente Joaquín se volverá al Rif; no quedará en su tierra, puede usted afirmarlo”-. Cuando el salvamento de Arqués y Delbrel se habló de indultarlo, y él esperaba que sería así; pero le exigían que se constituyese nuevamente en prisión, a lo que no quiso acceder…”
El 1 de julio conseguían la libertad los contramaestres D. José Bendala y D. José Fernández Luceiro. A la mañana siguiente, llegaban a borde del “Recalde” el fogonero primero D. Juan Aragón y el segundo fogonero José Picón.


El Rey firma el indulto
El esperado y ansiado indulto por fin llegó el 18 de julio de 1913, cuando el Rey Alfonso XIII lo firmó en San Sebastián, tras que se le fuera solicitado por el general Jordana así como se adhiriera el alcalde de Zaragoza y numerosos vecinos de Melilla que habían firmado una “exposición” en el mismo sentido luego del rescate de los prisioneros del “Concha”.
Enseguida Joaquín Ibáñez marchó a Zaragoza, poniendo punto final a una aventura iniciada en el año 1904, cuando se fugó de Alhucemas tras haber permanecido recluido 14 años, y como renegado, única forma de sobrevivir en el Rif, tomó el nombre de Sidi Mohamed el Sibuka.

Otra verdad
En su día, cuando conocimos la singular huída propiciada por el “moro Joaquín”, expresidiario aragonés fugado al Rif y casado con una nativa. Que por su “hazaña” consiguió el indulto y gran popularidad a nivel nacional. Tomamos con reservas esta información, suspicacia que el tiempo acrecentó, y más tarde incluso aclaró cuando tuvimos la ocasión de charlar con un grupo de generales retirados que visitaban la ciudad y habían acudido a la Asociación de Estudios Melillenses a recibir una charla de Francisco Mir Berlanga. Pues bien, uno de estos generales después de comentar que había prestado servicio en la zona de Alhucemas tras la Guerra Civil, me dijo que tuvo ocasión de hablar con los rifeños más ancianos de Bocoya, allí donde embarrancó el “General Concha”. Y estos le habían dicho que los prisioneros lograron la libertad gracias al pago de un rescate, que como es natural, se mantuvo en secreto e incluso se quiso ocultar con el “gesto heroico” del “moro Joaquín”.

Fotografía que ilustra esta entrada: De izquierda a derecha, Joaquín Ibáñez y Larbi, sentados en el Parque Hernández de Melilla. año 1913.




lunes, 1 de febrero de 2010

CAUTIVOS EUROPEOS EN EL MAGREB




EL RESCATE DE LOS PRISIONEROS O LOS PELIGROS DEL MAGREB

El Magreb siempre fue un territorio hostil a los viajeros, al menos hasta los años treinta del pasado siglo. El interior de Marruecos, por ejemplo, permanecía en blanco en los mapas y los europeos apenas conocían algunas ciudades, los puertos abiertos al comercio exterior y pocos caminos. Los que se aventuraban al interior del imperio corrían el riesgo de morir. Las embarcaciones que navegaban por la costa se veían asaltadas por piratas o eran abordadas cuando encallaban. Lo mismo ocurría en el interior del Sahara y en gran parte de Argelia o Túnez. Parece que algo similar ocurre ahora, con un bucle del tiempo. El famoso rally Paris-Dakar tuvo que cambiar de continente y, por desgracia, turistas y cooperantes se ven asaltados por grupos de intransigentes religiosos o por bandas de delincuentes. La situación en la que se encuentran unos españoles retenidos en Mauritania recuerda, salvando las distancias y fines, algunas situaciones pasadas.



En estas acciones era difícil deslindar lo político del simple bandidaje. Las tribus dueñas del territorio, en el Marruecos anterior al Protectorado, apenas reconocían la autoridad del sultán y no respetaban los tratados de comercio que éste firmaba con potencias extranjeras. Por eso sus barcos corrían riesgos que parecían estar cubiertos. En otras ocasiones, eran concesiones mineras otorgadas por jefes de autoridad discutible, e impuestas a las cabilas que no habían decidido nada, lo que provocaba la reacción violenta. Y, muchas veces, los episodios terminaban con el cautiverio de europeos y la demanda de un precio por la libertad. El episodio más célebre fue el de aquéllos que retuvo Abd el Krim en 1921.



Tras la derrota de Annual y las matanzas que le siguieron, algunos de los supervivientes fueron recogidos por las tribus vencedoras y llevados a varios centros de prisioneros en los alrededores de Axdir. Cerca de cuatrocientos españoles malvivían en condiciones penosas, obligados a trabajos forzosos, con poca alimentación y malos tratos habituales. Entre ellos estaba el general Navarro, máxima autoridad militar en la zona tras la rota del frente y la muerte de Silvestre, que tomó la polémica decisión de abandonar Dar-Drius para concentrar a las tropas en Monte Arruit, donde fueron masacradas después de la rendición. Medida por la que fue encausado tras la instrucción del general Picasso. El asunto de los prisioneros se convirtió en un motivo de controversia política y de discusión social que se superpuso a la ya polémica cuestión de la presencia española en Marruecos. Abd el Krim exigía, para la liberación de los cautivos, el pago de un rescate. La sociedad se dividió entre los que opinaban que no debía accederse a ello porque el dinero iba a dedicarse a comprar armas que causarían más bajas a los españoles; y los que entendían que era una cuestión humanitaria ya que entre los presos se encontraban mujeres, niños y muchos soldados de reemplazo llevados a la guerra sin preparación ni equipo suficiente. Se fraccionó entre los partidarios de un rescate por la fuerza de las armas y los contrarios a una prolongación indefinida del sufrimiento de unos compatriotas que les estaba costando la salud y hasta la propia vida.



Al final el gobierno adoptó una simulación salomónica. Aceptó pagar los cuatro millones de pesetas pero utilizó al empresario vasco Horacio Echevarrieta como mediador, dando a entender que el dinero procedía de su fortuna personal y tal vez como adelanto a futuras concesiones mineras. Con eso salvaba la cara ante las críticas y se apuntaba el tanto de la liberación de los desgraciados. En el fondo, nadie se dio por engañado pero se aquietaron unos y otros con el gesto teatral y dejaron las disputas para asuntos más sustanciales como la conveniencia o no del protectorado. Por supuesto que los rifeños compraron armas con el dinero, una cantidad enorme para la época, y las emplearon en su defensa contra las tropas hispanas. Pero, al fin y al cabo, de poco les sirvió porque la rebeldía acabó con el desembarco de Alhucemas, es decir de la única manera posible y prevista por los estados mayores desde siempre.



La moraleja es simple: El chantaje es odioso pero las consecuencias de aceptarlo no son tan graves. La vida de un nacional debe protegerse y las causas y efectos de los secuestros combatirse en otros frentes. Pero el tema es polémico porque un pago puede tener efecto llamada y nunca se sabe donde poner el límite entre lo aceptable y lo intolerable.

ANTONIO CARRASCO GONZÁLEZ

Artículo publicado en el periódico “Lanza” de Ciudad Real,
el 27 de enero de 2010.

Imágenes:
Cromo número 13 de la colección El Conflicto de Marruecos.
Texto al dorso: “El caid Mac-Lean, era un antiguo sargento del ejército inglés, que conquistó las simpatías del sultán Abdelaziz, nombrándole Jefe superior de las fuerzas imperiales. El Raisuli, le hizo prisionero junto con otros europeos, exigiendo el rescate con unas condiciones inadmisibles, por cuya razón las potencias aconsejaron al sultán que procediera sin contemplación alguna. La medalla ya con anteioridad, había librado diferentes batallas a este objeto”.
Cromo número 21 de la colección El Conflicto de Marruecos.
Texto al dorso: “En Mazagan, tenían las kabilas cincuenta cautivos entre indios y españoles logrando rescatarles, sin que por una ni otra parte se derramara una sola gota de sangre. Los kabileños exigieron un pilón de azúcar por prisionero y debemos confesar que si bien hallaron aquellos muy dulce la libertad, no podían menos los otros, de hallar real y efectivamente muy dulce también el precio del rescate”.